195.-“Hay una relación estrecha entre el don de piedad y la mansedumbre”:el don de piedad




“Hoy queremos detenernos en un don del Espíritu Santo
que muchas veces se entiende mal o se considera de
manera superficial, y, en cambio, toca el corazón de
nuestra identidad y nuestra vida cristiana:

 Se trata del don de piedad.

Es necesario aclarar inmediatamente que este don no
se identifica con el tener compasión de alguien, tener
piedad del prójimo, sino que indica nuestra pertenencia
a Dios y nuestro vínculo profundo con Él, un vínculo
que da sentido a toda nuestra vida y que nos mantiene
firmes, en comunión con Él, incluso en los momentos
más difíciles y tormentosos.
Este vínculo con el Señor no se debe entender como
un deber o una imposición. Es un vínculo que viene
desde dentro. Se trata de una relación vivida con el
corazón: es nuestra amistad con Dios, que nos dona
Jesús, una amistad que cambia nuestra vida y nos llena
de entusiasmo, de alegría. Por ello, ante todo, el don de
piedad suscita en nosotros la gratitud y la alabanza. Es
esto, en efecto, el motivo y el sentido más auténtico de
nuestro culto y de nuestra adoración. Cuando el Espíritu
Santo nos hace percibir la presencia del Señor y todo su
amor por nosotros, nos caldea el corazón y nos mueve
casi naturalmente a la oración y a la celebración.
Piedad, por lo tanto, es sinónimo de auténtico espíritu
religioso, de confianza filial con Dios, de esa capacidad
de dirigirnos a Él con amor y sencillez, que es propia
de las personas humildes de corazón.
Si el don de piedad nos hace crecer en la relación y en
la comunión con Dios y nos lleva a vivir como hijos
suyos, al mismo tiempo nos ayuda a volcar este amor
también en los demás y a reconocerlos como hermanos.
Y entonces sí que seremos movidos por sentimientos
de piedad —¡no de pietismo!— respecto a quien está
a nuestro lado y de aquellos que encontramos cada
día. ¿Por qué digo no de pietismo? Porque algunos
piensan que tener piedad es cerrar los ojos, poner cara
de estampa, aparentar ser como un santo. En piamontés
decimos: hacer la «mugna quacia». Esto no es el don de
piedad. El don de piedad significa ser verdaderamente
capaces de gozar con quien experimenta alegría, llorar
con quien llora, estar cerca de quien está solo o
angustiado, corregir a quien está en el error, consolar
a quien está afligido, acoger y socorrer a quien pasa
necesidad. Hay una relación muy estrecha entre el don
de piedad y la mansedumbre. El don de piedad que
nos da el Espíritu Santo nos hace apacibles, nos hace
serenos, pacientes, en paz con Dios, al servicio de los
demás con mansedumbre.
Queridos amigos, en la Carta a los Romanos el apóstol
Pablo afirma: «Cuantos se dejan llevar por el Espíritu
de Dios, esos son hijos de Dios. Pues no habéis
recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el
temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de
adopción, en el que clamamos: “¡Abba, Padre!”» (Rm
8, 14-15). Pidamos al Señor que el don de su Espíritu
venza nuestro temor, nuestras inseguridades, también
nuestro espíritu inquieto, impaciente, y nos convierta
en testigos gozosos de Dios y de su amor, adorando al
Señor en verdad y también en el servicio al prójimo con
mansedumbre y con la sonrisa que siempre nos da el
Espíritu Santo en la alegría. Que el Espíritu Santo nos
dé a todos este don de piedad.
Saludos
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española,
en particular a los grupos provenientes de España,
Argentina, México, Guatemala, República Dominicana
y otros países latinoamericanos. Que el Corazón de
Jesús, al que está dedicado especialmente el mes de
junio, nos enseñe a amar a Dios como hijos y al prójimo
como hermanos”


Tomado y adaptado de : “Audiencia General, Papa Francisco, 4.junio.2014


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