191.-En nuestro corazón, tenemos al Espíritu Santo; el don de la Sabidurìa
“Vosotros
sabéis que el Espíritu Santo constituye el alma, la savia vital de la Iglesia y
de cada cristiano: es el Amor de Dios
que hace de nuestro corazón su morada y entra en comunión con nosotros. El
Espíritu Santo está siempre con nosotros, siempre está en nosotros, en nuestro
corazón.
El Espíritu
mismo es «el don de Dios» por excelencia
(cf. Jn 4,
10), es un regalo de Dios, y, a su vez, comunica
diversos
dones espirituales a quien lo acoge.
La Iglesia enumera siete, número que
simbólicamente significa
plenitud,
totalidad; son los que se aprenden cuando uno se
prepara al
sacramento de la Confirmación y que invocamos
en la
antigua oración llamada «Secuencia del Espíritu
Santo».
Los dones del Espíritu Santo son:
sabiduría,
Inteligencia(o entendimiento), consejo,
fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios.
El primer
don del Espíritu Santo, según esta lista, es,
por lo
tanto, la sabiduría. Pero no se trata sencillamente
de la
sabiduría humana, que es fruto del conocimiento y
de la
experiencia. En la Biblia se cuenta que a Salomón,
en el
momento de su coronación como rey de Israel, había
pedido el
don de la sabiduría (cf. 1 Re 3, 9).
Y
la sabiduría es precisamente esto: es la gracia de poder ver cada cosa con los
ojos de Dios. Es sencillamente esto: es ver el
mundo,
ver las situaciones, las ocasiones, los problemas,
todo,
con los ojos de Dios.
Esta es la
sabiduría. Algunas veces vemos las cosas según nuestro gusto o según la
situación de nuestro corazón, con amor o con odio, con envidia... No, esto no
es el ojo de Dios. La sabiduría es lo que obra el Espíritu Santo en nosotros a
fin de que veamos
todas las
cosas con los ojos de Dios. Este es el don de la
sabiduría.
Y obviamente
esto deriva de la intimidad con Dios, de
la relación
íntima que nosotros tenemos con Dios, de la
relación de
hijos con el Padre. Y el Espíritu Santo, cuando
tenemos esta
relación, nos da el don de la sabiduría.
Cuando
estamos en comunión con el Señor, el Espíritu
Santo es
como si transfigurara nuestro corazón y le hiciera
percibir
todo su calor y su predilección.
El Espíritu
Santo, entonces, hace «sabio» al cristiano.
Esto, sin
embargo, no en el sentido de que tiene una
respuesta
para cada cosa, que lo sabe todo, sino en el
sentido de
que «sabe» de Dios, sabe cómo actúa Dios,
conoce
cuándo una cosa es de Dios y cuándo no es de
Dios; tiene
esta sabiduría que Dios da a nuestro corazón.
El corazón
del hombre sabio en este sentido tiene el gusto
y el sabor
de Dios. ¡Y cuán importante es que en nuestras
comunidades
haya cristianos así! Todo en ellos habla de
Dios y se
convierte en un signo hermoso y vivo de su
presencia y
de su amor.
Y esto es
algo que no podemos improvisar, que no podemos conseguir por nosotros mismos:
es un don que Dios da a quienes son dóciles al Espíritu Santo. Dentro de
nosotros, en nuestro corazón, tenemos al Espíritu Santo; podemos escucharlo,
podemos no escucharlo. Si escuchamos al Espíritu Santo, Él nos
enseña esta
senda de la sabiduría, nos regala la sabiduría
que consiste
en ver con los ojos de Dios, escuchar con los oídos de Dios, amar con el
corazón de Dios, juzgar las cosas con el juicio de Dios. Esta es la sabiduría
que nos regala el Espíritu Santo, y todos nosotros podemos poseerla. Sólo
tenemos que pedirla al Espíritu Santo.
Pensad en
una mamá, en su casa, con los niños, que
cuando uno
hace una cosa el otro maquina otra, y la pobre
mamá va de
una parte a otra, con los problemas de los
niños. Y
cuando las madres se cansan y gritan a los niños,
¿eso es
sabiduría? Gritar a los niños —os pregunto— ¿es
sabiduría?
¿Qué decís vosotros: es sabiduría o no? ¡No! En
cambio,
cuando la mamá toma al niño y le riñe dulcemente
y le dice:
«Esto no se hace, por esto...», y le explica con
mucha
paciencia, ¿esto es sabiduría de Dios? ¡Sí! Es
lo que nos
da el Espíritu Santo en la vida.
Luego, en el matrimonio, por ejemplo, los dos
esposos —el esposo y la esposa— riñen, y luego no se miran o, si se miran, se
miran con la
cara torcida: ¿esto es sabiduría de Dios? ¡No!
En cambio,
si dice: «Bah, pasó la tormenta, hagamos las
paces», y
recomienzan a ir hacia adelante en paz: ¿esto es sabiduría? [la gente: ¡Sí!] He
aquí, este es el don de la sabiduría. Que venga a casa, que venga con los
niños, que venga con todos nosotros.
Y esto no se
aprende: esto es un regalo del Espíritu Santo.
Por ello,
debemos pedir al Señor que nos dé el Espíritu
Santo y que
nos dé el don de la sabiduría, de esa sabiduría
de Dios que
nos enseña a mirar con los ojos de Dios, a
sentir con
el corazón de Dios, a hablar con las palabras
de Dios. Y
así, con esta sabiduría, sigamos adelante,
construyamos
la familia, construyamos la Iglesia, y todos
nos
santificamos. Pidamos hoy la gracia de la sabiduría. Y
pidámosla a
la Virgen, que es la Sede de la sabiduría, de
este don:
que Ella nos alcance esta gracia. ¡Gracias
Tomado y adaptado de : “Audiencia General, Papa Francisco, 9
abril 2014
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