181.-" Decídete a ser tan humilde y valiente como Juan y Cristo crecerá en ti.

Y este fue el testimonio de Juan el bautista, cuando los judíos enviaron donde él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?».El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo.».Y le preguntaron: «¿Quié eres,  pues? ¿Eres tú Elías?» El dijo: «No lo soy.» - «¿Eres tú el profeta?» Respondió: «No.».Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías.».Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis,que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia.». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando”. (Juan 1:19-28)


Meditaciòn:

Cuando los sacerdotes del templo le preguntaron a Juan el Bautista si él era el Mesías y él, hablando con toda franqueza, se limitó a declarar que era la voz que llamaba al pueblo a preparar el camino del Señor.
San Juan fue el más grande de los profetas, pero vivió como humilde y fiel siervo de Dios. No era débil ni corto para decir lo que la gente debía hacer; no tenía miedo de confrontar a nadie, ni siquiera a los reyes, para hacerles ver su necesidad de reconciliarse con Dios. Precisamente por su humildad, no llamó la atención hacia sí mismo, sino que señalaba a Jesús, para que los demás encontraran la solución correcta a sus problemas. Lo único que anhelaba era que el Señor aumentara en gloria e importancia (Juan 3, 30).
San Juan es sin duda un gran modelo de humildad para todos. Es cierto que a veces se confunde la humildad con la debilidad, la timidez o una imagen distorsionada de uno mismo; pero la verdadera humildad es aquella virtud que nos permite vernos como Dios nos ve. Nos libra de toda pretensión y engaño acerca de nosotros mismos, y nos despoja de todo lo que pretenda desvirtuar nuestra identidad de hijos amados de Dios.
La humildad florece cuando uno reconoce sinceramente sus pecados y flaquezas y acepta el compasivo amor de Jesús. También nos lleva a dar la vida por los demás —especialmente los necesitados— y hacerlo con la misma valentía de Juan.
Se ha dicho que la verdadera humildad es la “reina de las virtudes”, porque nos libra del egocentrismo y nos lleva a amar a Dios y al prójimo.
Los que son humildes de corazón saben que nada los puede separar del amor de Dios, salvo la arrogancia empecinada de la propia voluntad.  
Pídele, hermano, al Señor que inunde tu corazón de su amor y su misericordia y no te sorprendas si te pide que lleves a tus amigos y conocidos a conocer a Jesús, como lo hizo Juan Bautista.

 Decídete, pues, a ser tan humilde y valiente como Juan y Cristo crecerá en ti.

ORACION:
“Jesús, Señor y Dios mío, pongo toda mi vida en tus manos; ayúdame, Señor, a verme como tú me ves, para que así tú aumentes en mí y pueda yo conducir a otras personas a la fe en ti.”


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