176.-Cantar de los Cantares. «el canto sublime». Recibidos
.(Una versión-comentario- y dos versos-1:1-17)
El cantar es un poema, así que no tratemos primero de entender el texto
sino que nos tenemos que dejar llevar por él, y se nos abrirá un universo.
El cantar revive nuestras propias experiencias y nos toca al corazón, pues
nos habla del Amado y de la Amada: es el poema del encuentro amoroso. Pero el
autor deja que este encuentro se desenvuelva en un sueño, para así revelar su
misterio: el llamado del amor viene de más allá que nosotros.
La búsqueda, el reencuentro, las huidas son encantadoras y verídicas sólo
porque translucen un misterio: un Alguien nos atrae. De ahí el título que el
libro se da a sí mismo: «el canto sublime».
El Cantar es la intuición y la búsqueda del Unico más allá de todas las
apariencias; él, por otra parte, está totalmente fascinado por la búsqueda de
la criatura que ha elegido, que para él es única e irreemplazable.
Esta visión de Yavé, el Dios guerrero, como "el Esposo", no es
totalmente nueva en la Biblia; grandes profetas se habían apoyado en su
expereincia conyugal para hablar de la alianza de Dios con su pueblo (Os 1-2).
Más todavía, habían usado las palabras del amor humano para expresar su
experiencia de una relación privilegiada con Dios, la que algún día, se
concedería a todo Israel.
A medida que se desenvuelve el sueño de amor, el autor del Cantar revive la
esperanza del pueblo elegido.
La Amada de Dios es Israel con su tierra, y el autor-poeta espera la venida
del Unico como rey-Mesías de la comunidad elegida. Esta orientación del Cantar
explica el uso de comparaciones que parecerían extrañas si se tratara de novios
corrientes, pero que en realidad son alusiones al pasado de Israel, a su Templo
y a su tierra.
Del Capítulo 1
Cantar de los cantares, el cual es
de Salomón.
¡Oh, si él me besara con besos de su
boca!
Porque mejores son tus amores que el vino.
A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
Porque mejores son tus amores que el vino.
A más del olor de tus suaves ungüentos,
Tu nombre es como ungüento derramado;
Por eso las doncellas te aman.
Atráeme; en pos de ti correremos.
El rey me ha metido en sus cámaras;
Nos gozaremos y alegraremos en ti;
Nos acordaremos de tus amores más que del vino;
Con razón te aman.
Morena soy, oh hijas de Jerusalén, pero codiciable
Como las tiendas de Cedar,
Como las cortinas de Salomón.
No reparéis en que soy morena,
Porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí;
Me pusieron a guardar las viñas;
Y mi viña, que era mía, no guardé.
Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma,
Dónde apacientas, dónde sesteas al mediodía;
Pues ¿por qué había de estar yo como errante
Junto a los rebaños de tus compañeros?
Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
Ve, sigue las huellas del rebaño,
Y apacienta tus cabritas junto a las cabañas de los pastores.
La esposa y
el esposo
A yegua de los carros de
Faraón
Te he comparado, amiga mía.
Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.
Te he comparado, amiga mía.
Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
Tu cuello entre los collares.
Zarcillos de oro te haremos,
Tachonados de plata.
Mientras el rey estaba en su reclinatorio,
Mi nardo dio su olor.
Mi amado es para mí un manojito de mirra,
Que reposa entre mis pechos.
Racimo de flores de alheña en las viñas de En-gadi
Es para mí mi amado.
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
He aquí eres bella; tus ojos son como palomas.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío, y dulce;
Nuestro lecho es de flores.
Las vigas de nuestra casa son de cedro,
Y de ciprés los artesonados.
Fuentes:Portal: “Mente Creativa”-“Biblia de Referencia
Thompson,”
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