162.-REFLEXIONES: " no te preocupes si sólo eres una semilla diminuta. Siémbrate en mi Corazón ….”
“Jesús propuso esta otra
parábola a la gente:
El Reino de los Cielos se parece a un grano de mostaza
que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando
crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las
hortalizas y vienen los pájaros a anidar en sus ramas. Les dijo otra parábola: El Reino de los Cielos se parece a la levadura; una mujer
la amasa con tres medidas de harina y basta para que todo fermente. Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas, y sin parábolas no les
exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: "Abriré mi boca
diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo." (Mateo 13,31-35)
REFLEXIONES:
En sus parábolas Jesús captaba el
interés de sus oyentes y los instaba a indagar más acerca del Evangelio y la
vida que él vino a traernos.
Lo hacía porque sabía que para entrar al Reino de Dios se
necesita no sólo una comprensión intelectual, sino también la revelación
divina.
Jesús
usaba las parábolas para iluminar las verdades más profundas del Reino de Dios
de modo que las comprendieran los que sinceramente querían
Cristo anhela darse a conocer a cuantos lo buscan; de modo que
si uno reflexiona en sus parábolas puede profundizar su comunión con Dios y su
entendimiento del Reino de los cielos.
Cuando
nos presentamos ante el Señor para orar con docilidad de corazón y le hacemos
preguntas acerca de sí mismo y de nuestra vida, él nos llena de su gracia para
que logremos una mejor comprensión de su voluntad.
Con el tiempo, él nos irá transformando para que seamos mejores
reflejos de su imagen y semejanza, mostrándonos suavemente nuestros egoísmos y
revelándonos sus divinos puntos de vista con amor y generosidad.
Cuando vemos que la
sociedad vive cada vez más descristianizada, nos lamentamos y vemos lo poco que
podemos hacer. Ese sentimiento de impotencia es natural. Sin embargo, los
mecanismos del Reino de los Cielos funcionan de manera diferente. ¿Por qué?
Porque el verdadero actor es Dios, y como Él es Todopoderoso puede hacer que
cambie hasta lo más difícil.
Al contemplar la vida de los santos, como la de S. Francisco de Asís, vemos cómo se realiza una gran obra a través de ese "pequeño instrumento". Esto es lo que Jesús quiere decirnos: "no te preocupes si sólo eres una semilla diminuta. Siémbrate en mi Corazón y verás hasta dónde puedes". Así lo hicieron un grupo de gente sencilla que siguió a Jesús: sus apóstoles. ¿Quién les iba a decir que después de dos mil años la Iglesia estaría presente en tantos lugares y atendería las necesidades materiales y espirituales de millones de personas? Esto se debe a que la fuerza de la Iglesia no está en lo que pueda hacer cada uno por su cuenta, sino en el poder de Dios con las personas que se entregan a fondo. El secreto consiste en cambiar el propio corazón por el de Jesús, pareciéndonos a Él en todo lo posible. Así se transforma también nuestra familia y las personas de nuestro entorno. Y entre todos, impulsados por Cristo, podemos traer a este mundo la civilización del amor. ORACIÒN:
“Cristo Jesús, Salvador mío, te
pido la gracia de la revelación. Cuando entre en tu presencia en la oración y
la reflexión, enséñame e inspírame. Reaviva mi fe, Señor, para que se me
agrande el corazón y así pueda yo colaborar contigo en tu labor de llevar a
muchos otros a tu Reino celestial.”
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