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REFLEXION....¡¡¡¡DICHOSOS LOS QUE CREEN SIN HABER VISTO!!!!!!!



Porque me has visto, Tomás, has creído. Dichosos los que crean sin haber visto »


Mirando a Dios empezamos a comprender quiénes somos. Pero muchas veces vivimos sin conocer ni aceptar todo lo que se esconde en nuestro interior: «Si sólo conozco mi identidad fuerte y competente y nunca acepto mi identidad débil e insegura, estoy obligado a vivir una mentira. Debo fingir que soy fuerte y capaz, no simplemente que tengo facetas fuertes y capaces o que en determinadas circunstancias puedo ser fuerte y capaz».


Claro que somos nuestros éxitos y fortalezas, nuestras victorias y triunfos, pero también somos el alma herida que sufre casi sin darse cuenta al chocar con la realidad. Somos esa debilidad que nos aterra y esos miedos que se esconden en el alma. Por eso nos sorprenden a veces nuestras reacciones, como la de Tomás. Se cierra y se violenta interiormente al ver que no ha estado presente cuando era tan importante su presencia. Tomás se siente herido y se niega a creer. Le duele esa falta de amor de Cristo que se ha aparecido a los discípulos, justo cuando él no estaba presente. Al experimentar falta de amor se repliega y se esconde. Dicen que ante un camino lleno de piedras tengo dos opciones, alfombrar las piedras o ponerme botas. La realidad no la podemos cambiar la mayoría de las veces, pero sí podemos cambiar nuestra forma de reaccionar ante ella: «Si lo que buscamos es paz interior, tratemos de cambiar nosotros y no a las cosas, y menos aún a los demás. Sí, es más acertado ponernos las zapatillas que alfombrar el camino. Cuando surge el caos a nuestro alrededor, debemos tratar de poner orden y limpieza en lo que tenemos más cerca». Es ésta la paz que anhela el corazón con la Pascua. La paz que no siempre vive en el alma porque nuestra herida nos hace vivir inquietos, buscando consuelos, reclamando amor.



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Ref....... Evangelio según san Juan. Juan 20, 19-31

"Al anochecer el día de la resurrección, estando cerradas las puertas de la casa donde se hallaban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Cuando los discípulos vieron al Señor, se llenaron de alegría.

De nuevo les dijo Jesús: “La paz esté con ustedes. Como el Padre me ha enviado, así también los envío yo”. Después de decir esto, sopló sobre ellos y les dijo: “Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados, les quedarán perdonados; y a los que no se los perdonen, les quedarán sin perdonar”.

Tomás, uno de los Doce, a quien llamaban el Gemelo, no estaba con ellos cuando vino Jesús, y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”. Pero él les contestó: “Si no veo en sus manos la señal de los clavos y si no meto mi dedo en los agujeros de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré”.

Ocho días después, estaban reunidos los discípulos a puerta cerrada y Tomás estaba con ellos. Jesús se presentó de nuevo en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con ustedes”. Luego le dijo a Tomás: “Aquí están mis manos: acerca tu dedo. Trae acá tu mano, métela en mi costado y no sigas dudando, sino cree”. Tomás le respondió: “iSeñor mío y Dios mío!”. Jesús añadió: “Tú crees porque me has visto; dichosos los que creen sin haber visto”.


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