2l8.-“Falsa o verdadera libertad”
(Jesús dijo:) “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres... Todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado... Así que, si el
Hijo (de Dios) os libertare, seréis verdaderamente libres.”
Juan 8:32, 34, 36
1.- El hijo perdido..( Lucas 15:11-24)
Hace unos cuarenta años, muchos jóvenes europeos
pensaban que la generación de sus padres había sido reprimida por demasiadas
cadenas: la moral, las conveniencias, las jerarquías, la religión... Había que
romper esas cadenas y vivir libre, liberarse de prejuicios, de tabúes, de los
jefes... incluso si este marco exigente, y a veces excesivo, podía proteger de
una permisividad engañosa.
¿Dónde estamos hoy? ¿Somos más felices? En
realidad, creyendo liberarse de un yugo que les parecía insoportable, muchos,
sin saberlo, se entregaron a Satanás, quien sabe seducirnos y hacernos esclavos
de nuestros deseos. ¿A dónde conduce esto? “El pecado, siendo consumado, da a
luz la muerte” (Santiago 1:15).
La Biblia cuenta la historia de un joven que,
queriendo vivir su vida, abandonó la casa paterna. Durante cierto tiempo vivió
una vida desenfrenada y pensó que había conseguido la libertad. Pero en
realidad, sin saberlo, estaba obedeciendo al seductor de los hombres. Más
tarde, cuando hubo malgastado todo y llegó una hambruna, tuvo que cuidar
cerdos. ¡Pero los dueños lo trataron peor que a ellos!
¡No, la felicidad no está en la
satisfacción de nuestros deseos, sino únicamente en una relación viva y
personal con Jesucristo!
Mediante su muerte y su resurrección, da la
verdadera libertad a todos los que confían en él: libera del pecado, porque lo
derrotó mediante su sacrificio en la cruz. Él nos dice: “Si el Hijo (de Dios)
os libertare, seréis verdaderamente libres”.
2.-El recibimiento del padre.( Lucas 15:11-24)
“Me levantaré e iré
a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti... Y
levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y
fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.”
Lucas 15:18, 20
Podemos imaginar la ansiedad de ese hijo rebelde volviendo a la casa de
su padre después de haber querido «vivir la vida». ¿Cómo lo recibiría su padre?
No tuvo que ir hasta la casa para saberlo. Su
padre, quien desde hacía mucho tiempo esperaba el regreso de su hijo perdido,
¡lo vio de lejos! Emocionado, fue a su encuentro, se echó sobre su cuello y le
besó. ¡No había dudas de que lo había perdonado! Mediante este recibimiento y
las múltiples atenciones que le siguieron, su padre le mostró que nunca había
dejado de amarlo. Su amor no había disminuido, y le devolvió su lugar de hijo
en la familia.
Lo mismo sucede con todo hombre que, dando la
espalda a su vida pasada sin Dios, se arrepiente y se pone en las manos de la misericordia
divina. Pero también se aplica a un creyente que se ha alejado de la comunión
con su Padre celestial.
Cristianos, nosotros que quizás estamos en esta
triste situación, ¿qué imagen nos hacemos de Dios, nuestro Padre? Si hemos
pecado, volvamos a él sin temor y sin tardar. ¡Él nunca rechaza a su hijo
arrepentido, sino que lo recibe con ternura! ¡Recordemos que es un Padre
compasivo! Y si nos hemos alejado de él debido a un pecado, pequeño o grande,
no lo entristezcamos más retardando nuestro regreso;
Volvamos a casa para reconocer
nuestro pecado. ¡Seremos recibidos como ese hijo! Volveremos a encontrar el
gozo de la presencia divina.
Tomado y adaptado
de “La Buena Semilla”
Más en nuestro
blog http://recetariobiblicoparaelalma.blogspot.com/
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