169.-.-REFLEXION: “La boca habla de lo que está lleno el corazón”.
¿Por
qué me dicen ‘Señor, Señor’, y no hacen lo que yo les digo? Les voy a decir a quién
se parece el que viene a mí y escucha mis palabras y las pone en práctica. Se
parece a un hombre, que al construir su casa, hizo una excavación profunda,
para echar los
cimientos sobre la roca. Vino la creciente y chocó el río contra
aquella casa, pero no la pudo derribar, porque estaba sólidamente
construida. Pero el que no pone en práctica lo que escucha, se parece a un
hombre que construyó su casa a flor de tierra sin cimientos. Chocó el río contra ella e inmediatamente la derribó y quedó
completamente destruida”.
Lucas (6,
43-49)
( Tomado de
“IDYENSEÑAD”-SEP/NOV.14)
Reflexión
• Los
pasajes de este evangelio nos presentan la parte final del Sermón de la
Planicie que es la versión que Lucas da del Sermón de la Montaña del Evangelio
de Mateo.
• Lucas 6,43-45: La parábola del árbol que da buenos frutos. “Porque no hay árbol bueno que produzca fruto malo” y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto. No se recogen higos de los espinos, ni de la zarza se vendimian uvas”.
La carta del
apóstol Santiago sirve de comentario para esta palabra de Jesús: “¿Puede brotar
de la misma fuente agua dulce y agua amarga? ¿Pueda una higuera producir
aceitunas o la vid higos? Tampoco el mar puede dar agua dulce” (Stgo 3,11-12).
La persona
bien formada en la tradición de la convivencia comunitaria hace crecer dentro
de sí una buena manera de ser que la lleva a practicar el bien. “Del buen
tesoro de su corazón saca lo bueno”, pero la persona que descuida de su
formación tendrá dificultad en producir cosas buenas. Porque “del malo saca lo
malo, porque de la abundancia del corazón habla la boca". Respecto del
“buen tesoro del corazón” merece la pena decir lo que dice el libro del
Eclesiástico sobre el corazón: “Déjate llevar por lo que te dicta el corazón,
porque nadie te será más fiel que él: el alma de un hombre suele advertir a
menudo mejor que siete vigías apostados sobre una altura. Y por encima de todo
ruego al Altísimo, para que dirija tus pasos en la verdad.” (Ec 37,13-15).
• Lucas
6,46: No basta decir Señor, Señor. Lo importante no es hablar bien de Dios,
sino hacer la voluntad del Padre y ser así una revelación de su rostro y de su
presencia en el mundo.
• Lucas 6,47-49: Construir la casa sobre una roca. Escuchar y practicar, es ésta la conclusión final del Sermón de la Montaña. Mucha gente buscaba seguridad y poder religioso mediante dones extraordinarios o de observancia. Pero la verdadera seguridad no viene del poder, no viene de nada de esto. ¡Viene de Dios! Y Dios se vuelve fuente de seguridad, cuando tratamos de practicar su voluntad.
Será la roca que nos sustenta en la hora de
las dificultades y de las tormentas.
• Dios, roca
de nuestra vida. En el libro de los Salmos, con frecuencia encontramos la
expresión: “Dios es mi roca y mi
fortaleza... Dios mío, roca mía, mi refugio, mi escudo, la fuerza que me
salva...” (Sal 18,3).
El es la
defensa y la fuerza de quien cree en él y de aquel que busca la justicia (Sal
18,21.24). Las personas que confían en este Dios, se vuelven a su vez roca para
los demás.
Así, el
profeta Isaías invita a quienes estaban en el cautiverio: “Escúchenme ustedes,
que anhelan la justicia y que buscan a Yahvé. Miren la piedra de que fueron
tallados y el corte en la roca de donde fueron sacados. Miren a Abrahán, su
padre y a Sara que les dio a luz” (Is 51,1-2).
El profeta pide para al pueblo que no olvide
el pasado y recuerde como Abrahán y Sara por la fe en Dios se volvieron roca,
comienzo del pueblo de Dios. Mirando hacia esta roca, la gente debía sacar valor
para luchar y salir del cautiverio.
Del mismo modo, Mateo exhorta a las
comunidades para que no olviden nunca esa misma roca (Mt 7,24-25) y así puedan
ellas mismas ser roca para fortalecer a sus hermanos en la fe.
Este es
también el sentido del nombre que Jesús da a Pedro: “Tú
eres Pedro y sobre este piedra edificaré mi Iglesia” (Mt 16,18). Esta es
la vocación de las primeras comunidades, llamadas
a unirse a Jesús, la piedra viva, para volverse también ellas piedras vivas
gracias a la escucha práctica de la Palabra (Pd 2,4-10; 2,5; Ef 2,19-22).
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