166.-REFLEXIÒN:" Y TÙ¿Quién dices que es el " Hijo del hombre?”
"Al llegar
a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: "¿Qué
dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?".
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías." (San Mateo 16,13-20.)
Ellos le respondieron: "Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas".
"Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?".
Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Y Jesús le dijo: "Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella.
Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Entonces ordenó severamente a sus discípulos que no dijeran a nadie que él era el Mesías." (San Mateo 16,13-20.)
Extraído de la Biblia: Libro del Pueblo de Dios.
REFLEXION:
¿Quién es
Jesús?
Esta
pregunta, fundamental para nuestra fe, en diversas formas recorre todo el
Evangelio. Con la respuesta que demos se indicará la relación que tenemos con
Él.
Mientras se
encuentra en Cesarea de Filipo, ciudad situada en el extremo norte de Israel,
Jesús pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”
Ciertamente
con el título “Hijo del hombre” se refiere a la figura del Salvador profetizada
en Daniel (7, 13-14) y esperada por los creyentes en Israel para el final de
los tiempos. Pero es importante constatar que al usar este título Jesús toma
una misteriosa distancia, hablando de Él como de algún otro, habla en tercera
persona, sin ninguna autorreferencia.
Los
discípulos le reportan las opiniones que circulaban en ese momento y que veían
en Jesús a un profeta. Es por todo esto que Jesús pregunta a sus discípulos:¿ Y ustedes,¿quién dicen que
soy yo? Esto quiere decir que ninguno debe dar sobre Cristo
“respuestas que ha escuchado”, ninguno debe contentarse con las palabras de
otro. El discipulado nace con la respuesta personal a la pregunta: Tú, ¿quién
dices que soy yo? Jesús hace esta pregunta en tono confidencial a quienes están
más involucrados con Él y que, por lo tanto, deberían conocerlo en profundidad,
más allá de lo que piensan las personas que no han vivido con Él. Uno solo de
ellos responde: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». Pedro reconoce en
Jesús al Cristo, es decir al Mesías, al Rey de paz y de justicia esperado por
Israel a favor de toda la humanidad; ve en Jesús al Hijo de Dios, o sea el
revelador último y definitivo del Padre a los hombres (Jn 1, 18). Pedro realiza
la confesión de fe no en cuanto «portavoz» de los Doce, sino que fue movido por
una fuerza interior, por una revelación que le podía venir sólo de Dios, como
Jesús sabe reconocer:
¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan…!
Y es
justamente por ser destinatario de este don de gracia que Simón recibe un nuevo
nombre Kefá, Pedro, acompañado de una precisa misión: «Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y
sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».
Pedro es
proclamado por Jesús fundamento de su comunidad, la Iglesia, y roca capaz de
confirmar a los hermanos en la fe.
En contra de
ella los poderes del infierno no prevalecerán. La imagen indica todas las
fuerzas del mal, todo aquello que se opone al proyecto de Dios.
Así como las adversidades atmosféricas no destruyen la
casa «edificada sobre la roca» (Mt 7, 25), de igual manera las adversidades de
la vida no abatirán a la comunidad cristiana que, en la escucha de la Palabra,
permanece sólidamente anclada a la roca de la profesión en Cristo Jesús.
El apóstol
está llamado a ser también él signo del amor del Padre y de su constante
protección para su pueblo.
A Pedro el Señor entrega las llaves del Reino
de los cielos. Tener las llaves indica
poseer un cierto poder: en Isaías 22, 22 (primera lectura) «la llave de la
Casa de David», asignada a Eleacín, describe la facultad de admisión a la
corte. Su misión es definida con la imagen del «padre» y está, por tanto,
dirigida a la prosperidad y al bienestar del pueblo. Por lo cual podemos decir
que, en el Evangelio, se trata de un poder relativo al Reino de los cielos, que
es concedido a Pedro y que se entiende en contraposición a aquello que se dice
en Mateo 23,13, donde Jesús acusa a los escribas y fariseos de «cerrar a los
hombres el Reino de los cielos». A esta función está asociada la expresión «el
poder de atar y desatar», para cuya interpretación es necesario tener presente
el uso que de estos verbos hacían los rabinos. Tenían dos significados
particulares: para indicar aquello que estaba prohibido o permitido; y para
excluir o readmitir a alguno en la comunidad, en la asamblea que se reunía en
el Templo para la oración a Yahvé. Se debe entonces afirmar que a Pedro ha sido
confiada una tarea en la comunidad: la de decidir qué cosa, a nivel de
comportamiento y de existencia del cristiano, va conforme a la profesión de fe
y qué cosa no lo es. Pedro no estará exento de errores y caídas: es más, de
roca sólida se convertirá en piedra de tropiezo, e incluso, a causa de su
pensar mundano, será llamado por Jesús: Satanás. Pero esto no debe
escandalizarnos ni inducirnos a disminuir la autoridad de Pedro. Al contrario,
deberíamos maravillarnos de la extraordinaria condescendencia con la cual Jesús
ha confiado a este hombre frágil, el ministerio para la comunión y la unidad de
las Iglesias; y, al mismo tiempo, recordar que en la comunidad cristiana la
autoridad puede ser ejercida sólo conformándose al sentir de Cristo, la única
Roca verdadera sobre la cual
que no
dijeran a nadie…
El diálogo de Jesús y Pedro desemboca en el
silencio impuesto por el Maestro a los discípulos en relación a la propia
cualidad mesiánica. ¡Ese silencio entonces era necesario para que los
discípulos callaran ese «secreto mesiánico». Pero hoy a todos nosotros Jesús
ordena proclamar con todos los medios que Él es el Cristo: decir sobre todo a
la «gente» que continúa preguntándose: ¿quién es Jesús de Nazaret? Pero decir
no basta. Es fácil ser especialistas en palabras. La vida no es lo que se dice
de ella, sino aquello que se vive de ella. Y de Jesús no cuenta aquello que
decimos de Él, sino aquello que vivimos de Él: “¡No quien dice: Señor, Señor!” (Mt
7, 21).
El
cristianismo no es una moral o una doctrina, es nuestra relación con Jesús,
nuestro Dios y Señor.
ORACION:
“Amado Señor, enséñame a ver las cosas de este mundo con los ojos del espíritu, y reconocer que tú eres el Mesías, el Ungido de Dios, el Salvador del mundo.
” SEÑOR, TU AMOR PERDURA ETERNAMENTE
amèn
(adaptado de portales cristianos catòlicos La Palabra entre nosotros y El Pan de la Palabra)
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màs en nuestro blog http:// recetariobiblicoparaelalma. blogspot.com/
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