179.-REFLEXIÒN:"LA BATALLA DE LA FE""
Cómo ganar la batalla espiritual
“ Desde los
primeros días de la Iglesia, los sucesores de los apóstoles y los santos han
afirmado que la vida cristiana es una batalla espiritual, en términos de la
confrontación entre el bien y el mal, entre la verdad y la falsedad, entre Dios
y Satanás y entre el cielo y el infierno.
A veces
estos términos nos parecen demasiado simplistas o extremos, pero estas
expresiones nos ayudan a darnos cuenta de que el diablo está siempre tratando
de engañarnos para separarnos del Señor o alejarnos de él. Por eso, en esta
edición de la revista daremos una mirada más detenida a esta lucha espiritual,
a fin de que sepamos reconocer cuál es el camino a la victoria.
Objetivos
encontrados. La
mente es el regalo más valioso que Dios nos ha dado. Es aquella facultad que
nos permite razonar, entender, imaginar, decidir y recordar.
También es
el lugar donde reside la conciencia, es decir, la capacidad de optar por lo
bueno o lo malo, lo conveniente o lo dañino. Ahora sabemos que Dios quiere que
usemos la mente para decidir nuestras acciones y lo hagamos con prudencia, de
un modo que contribuya a la construcción de su Reino. El Señor quiere que
usemos la voluntad, el intelecto y la imaginación para compartir el Evangelio
toda vez que podamos, dar de comer a quienes pasan hambre y traer su justicia
al mundo.
Pero Dios no
nos ha dejado solos para hacer todo este trabajo. Él quiere ayudarnos; quiere
darnos su sabiduría y su amor, para que nuestro razonamiento se transforme y
aprendamos a pensar de una manera nueva. Incluso San Pablo llega a afirmar que
aquellos que han recibido el Espíritu Santo tienen la “mente de Cristo” (1
Corintios 2, 16).
Esto suena
muy esperanzador, pero no debemos olvidar que el demonio quiere algo muy
distinto para nosotros: quiere separarnos de Dios y enemistarnos con los demás.
Valiéndose del engaño, las acusaciones, la codicia, la lujuria y muchas otras
tácticas, está siempre tratando de hacernos caer en el pecado. Lo que más desea
es separarnos de Dios y endurecer nuestra conciencia para que seamos más propensos
a pecar. Luego, cuando ya hemos caído en falta, nos susurra palabras de
acusación para convencernos de que Dios nunca podrá perdonarnos. Así,
utilizando una combinación de tentaciones y el sentido de culpa y vergüenza, el
diablo trata de mantenernos en una constante condición de culpabilidad e
indignidad para que no nos acerquemos al Señor ni le pidamos perdón.
Una historia
de falsedad y engaño. ¡Qué astuta
y dañina es la estrategia de Satanás! Una vez que comenzamos a considerar una
idea engañosa que nos presenta el diablo y dejamos que esa mentira influya en
nuestras acciones, otras falsedades nuevas y más graves empezarán a surgir.
Estas nuevas mentiras refuerzan la mentira inicial y la amplían. Después de un
tiempo, la razón se nos ha empañado del todo y ya no podemos discernir entre lo
bueno y lo malo, y esto nos lleva a razonar que una acción de pecado no es tan
grave después de todo y que puede ser aceptable, aunque esté claramente en
contradicción con los mandamientos de Dios.
El Rey David
es un buen ejemplo de este círculo vicioso de engaños que conducen al pecado
mayor. Cuando vio a una mujer llamada Betsabé, que no era su esposa (2 Samuel
11 y 12), le gustó mucho y mandó que se la trajeran. La hizo su mujer y ésta
quedó embarazada.
Estos son
los hechos básicos de la historia. Pero uno se puede imaginar cómo estaba
trabajando el diablo en forma oculta. Mediante la tentación, ya le había insinuado
a David que tomara este camino de pecado. Entonces, después de haber cometido
adulterio, Satanás incitó a David a aumentar la mentira, convenciéndolo de que
pusiera a Urías, el marido de Betsabé, en el frente de batalla para que lo
mataran y así cubrir su pecado y poder quedarse con ella. Así sucedió, pero no
fue sino hasta que el profeta Natán lo encaró que al Rey David se le abrieron
los ojos y reconoció la enorme maldad que había cometido. Humillado y
avergonzado por lo que había hecho, David se arrepintió de corazón, y después
de mucha penitencia logró restablecer su relación con Dios (Salmo 51).
Este
episodio demuestra lo maligno y engañoso que es el diablo, y cómo las
tentaciones pueden llevarnos a tomar decisiones que sabemos que son incorrectas,
pero Satanás nos empuja a acallar la conciencia y de alguna manera nos convence
de que ciertas acciones, que son claramente contrarias a los mandamientos de
Dios, pueden ser aceptables en nuestra propia opinión. También demuestra que el
diablo nos tienta principalmente en los aspectos de debilidad que tenemos. Si
David hubiera prestado atención, probablemente se habría dado cuenta de que
aquello que pensaba era una tentación y bien pudo haberla rechazado y alejarse
del lugar.
Pero eso no
es todo lo que nos dice la historia. También nos muestra lo misericordioso que
es nuestro Padre celestial. No hay ningún pecado, por grave o perverso que sea,
que él no pueda perdonar.
Estrategias
de victoria. El diablo
utiliza cualquier medio para tratar de derrotarnos. Nos sugiere pensamientos de
indignidad y escaso amor propio o sentimientos de superioridad. Trata de
agobiarnos con complejos de culpa y de silenciar nuestra conciencia a través de
la arrogancia. A algunos los tienta a dar rienda suelta a expresiones o acciones
de cólera, o bien a guardar las emociones y mantenerlas reprimidas. Por sobre
todo, procura impedir que utilicemos el intelecto y la razón para dar gloria a
Dios y se vale de cualquier estrategia para llevarnos a tomar decisiones de
claro egoísmo, en contra de los planes de Dios. Cuando no rechazamos desde el
principio las mentiras de Satanás, y más bien empezamos a considerarlas como
posibilidades de alguna manera convenientes para alguna ventaja o beneficio
personal, como lo hizo el Rey David, terminamos por hacernos daño unos a otros
y lo peor de todo es que nos vamos separando de Dios cada vez más.
Entonces, ¿cómo podemos ganar esta batalla? He aquí
algunas estrategias.
Haga un catálogo de verdades de la fe. Sería bueno que todos pudiéramos orar pidiendo que un profeta como Natán
nos enseñara a derribar las fortalezas de maldad de Satán. A lo mejor en su
parroquia o en su familia hay una persona piadosa, como el profeta. Pero, ¿no
sería mejor aprender a reconocer y rechazar las tentaciones del diablo por
nosotros mismos? La verdad es que podemos decidirnos a seguir a Dios y rechazar
al diablo sólo en la medida en que sepamos quién es Dios realmente y conozcamos
su amor, sus gloriosos atributos y su plan de salvación para toda la humanidad.
En esta misma página sugerimos algunas de estas verdades.
Soy hijo de Dios. Tan
importante como hacer una lista de verdades de la fe es descubrir nuestra
verdadera identidad como hijos de Dios. Satanás quiere convencernos de que no
tenemos ningún Padre amoroso en el cielo y quiere despojarnos de la herencia
eterna que el Señor ha destinado para sus hijos. Incluso le resta toda
importancia al sacrificio de Cristo en la cruz y nos dice que en realidad no
necesitamos a Dios. Pero usted, querido lector, no tiene por qué parecerse a un
hijo que vive toda su vida en la pobreza ignorando que su padre le ha dejado
una herencia de millones de dólares. ¡No! Más bien, reclame la herencia divina
de la salvación que Cristo ganó para usted en la cruz.
Someta a Cristo todo pensamiento. En un nivel práctico, San Pablo nos aconseja someter todo “pensamiento
humano… a Cristo, para que lo obedezca a él” (2 Corintios 10, 5). Cuando uno
arraiga su razón profundamente en la verdad de quién Dios es y quién es uno
como hijo suyo, usted estará en condiciones mucho mejores para contrarrestar
los engaños de Satanás. Apoyado en esta sólida base de verdades, usted estará
mejor equipado para examinar sus pensamientos y discernir si ellos están de
acuerdo con el Señor.
Si brota en su corazón un gran amor
por las verdades de Dios, usted puede aprender a razonar con un criterio
espiritual acerca de las opiniones que el mundo tiene sobre cosas tales como el
dinero y las amistades; puede aprender a cuestionar su pensamiento cuando se
sienta tentado a ceder a la avaricia, la lujuria, el egoísmo y otros malos
deseos de la carne (v. Gálatas 5, 19).
Y cuando lo haga, descubrirá que el
poder de Dios le ayuda a ver si sus pensamientos concuerdan con su deseo de
complacer al Señor y tal vez adopte este mismo lema de San Pablo:
Piensen
en todo lo verdadero, en todo lo que es digno de respeto, en todo lo recto, en
todo lo puro, en todo lo agradable, en todo lo que tiene buena fama. Piensen en
toda clase de virtudes, en todo lo que merece alabanza.(Filipenses 4, 8)
Creados para
ser libres. El Señor
quiere ayudarnos a ganar la batalla. Teniendo esta verdad firmemente afianzada
en la mente, no tenemos por qué preocuparnos de nada.
Más bien, en cualquier
circunstancia, recurriendo a la oración, la petición y la acción de gracias,
podemos decirle a Dios lo que necesitamos. Entonces, la paz de Dios, “que es
más grande de lo que el hombre puede entender,” cuidará nuestros corazones y
pensamientos por medio de Cristo Jesús (Filipenses 4, 6-7)
Dios nos ha
dado el Espíritu Santo y también el Cuerpo y la Sangre de su único Hijo en la
Sagrada Eucaristía. Estas provisiones pueden ser muy poderosas para ayudarnos a
rechazar las mentiras del diablo. Ganar la batalla por la conquista de la mente
no es tarea fácil. Pero no hay nada que nos satisfaga más, ni nada que sea más
grato al Señor, que cuando llevamos una vida de victoria y confianza
espiritual. ¡Claro que sí! ¡Porque Dios nos creó para que fuéramos libres! “
Reproducido
de Devocionario Catòlico “LA PALABRA ENTRE NOSOTROS”-Oct/Nov. 2014
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