SIETE PECADOS CAPITALES-- ( G.L.A.P.E.S.I.)
Gula
Actualmente
la gula (en latín, gula) se identifica con la glotonería, el consumo excesivo
de comida y bebida. En cambio en el pasado cualquier forma de exceso podía caer
bajo la definición de este pecado. Marcado por el consumo excesivo de manera
irracional o innecesaria, la gula también incluye ciertas formas de
comportamiento destructivo. De esta manera el abuso de substancias o las
borracheras pueden ser vistos como ejemplos de gula. En La Divina Comedia
de Alighieri, los penitentes en el Purgatorio eran obligados a pararse entre
dos árboles, incapaces de alcanzar y comer las frutas que colgaban de las ramas
de estos y por consecuencia se les describía como personas hambrientas.
Lujuria
La lujuria
(en latín, luxus,
‘abundancia’, ‘exuberancia’) es usualmente considerada como el pecado producido
por los pensamientos excesivos de naturaleza sexual, o un deseo sexual
desordenado e incontrolable.
En la
actualidad se considera lujuria a la compulsión
sexual o adicción al sexo. También entran dentro de esa
categoría el adulterio y la violación.
A lo largo
de la historia, diversas religiones han condenado o desalentado en mayor o
menor medida la lujuria.
Dante Alighieri consideraba que lujuria era el amor
hacia cualquier persona, lo que pondría a Dios en segundo lugar. Según otro
autor[cita requerida] la lujuria son los pensamientos
posesivos sobre otra persona
Avaricia
La avaricia
(en latín, avaritia) es —como
la lujuria y la gula—, un pecado de exceso. Sin embargo, la avaricia (vista por
la Iglesia) aplica sólo a la adquisición de riquezas en particular. Tomás de
Aquino escribió que la avaricia es «un pecado contra Dios, al igual que todos
los pecados mortales, en lo que el hombre condena las cosas eternas por las
cosas temporales». En el Purgatorio de Dante, los penitentes eran obligados a
arrodillarse en una piedra y recitar los ejemplos de avaricia y sus virtudes
opuestas. «Avaricia» es un término que describe muchos otros ejemplos de
pecados. Estos incluyen deslealtad, traición deliberada, especialmente para el
beneficio personal, como en el caso de dejarse sobornar. Búsqueda y acumulación de objetos,
robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de
la autoridad son todas acciones que pueden ser inspiradas por la avaricia.
Tales actos pueden incluir la simonía.
Pereza
La pereza
(en latín, acidia) es el más
«metafísico» de los pecados capitales, en cuanto está referido a la incapacidad
de aceptar y hacerse cargo de la existencia de uno mismo. Es también el que más
problemas causa en su denominación. La simple «pereza», más aún el «ocio», no
parecen constituir una falta. Hemos preferido, por esto, el concepto de
«acidia» o «acedía». Tomado en sentido propio es una «tristeza de ánimo» que
aparta al creyente de las obligaciones espirituales o divinas, a causa de los
obstáculos y dificultades que en ellas se encuentran. Bajo el nombre de cosas
espirituales y divinas se entiende todo lo que Dios nos prescribe para la
consecución de la eterna salud (la salvación), como la práctica de las virtudes
cristianas, la observación de los preceptos divinos, de los deberes de cada
uno, los ejercicios de piedad y de religión. Concebir pues tristeza por tales
cosas, abrigar voluntariamente, en el corazón, desgano, aversión y disgusto por
ellas, es pecado capital. Tomada en sentido estricto es pecado mortal en cuanto
se opone directamente a la caridad que nos debemos a nosotros mismos y al amor
que debemos a Dios. De esta manera, si deliberadamente y con pleno
consentimiento de la voluntad, nos entristecemos o sentimos desgano de las
cosas a las que estamos obligados; por ejemplo, al perdón de las injurias, a la
privación de los placeres carnales, entre otras; la acidia es pecado grave
porque se opone directamente a la caridad de Dios y de nosotros mismos.
Considerada en orden a los efectos que produce, si la acidia es tal que hace
olvidar el bien necesario e indispensable a la salud eterna, descuidar
notablemente las obligaciones y deberes o si llega a hacernos desear que no
haya otra vida para vivir entregados impunemente a las pasiones, es sin duda
pecado mortal.
Envidia
Como la
avaricia, la envidia (en latín, invidia) se caracteriza por un deseo
insaciable, sin embargo, difieren por dos grandes razones: Primero, la avaricia
está más asociada con bienes materiales, mientras que la envidia puede ser más
general; segundo, aquellos que cometen el pecado de la envidia desean algo que
alguien más tiene, y que perciben que a ellos les hace falta, y a consiguiente
desean el mal al prójimo, y se sienten bien con el mal ajeno.
La envidia
va tan flaca y amarilla porque muerde y no come.
Dante
Alighieri define esto como «amor por los propios bienes pervertido al deseo de
privar a otros de los suyos». En el purgatorio de Dante, el castigo para los
envidiosos era el de cerrar sus ojos y coserlos, porque habían recibido placer
al ver a otros caer.
Soberbia
En casi
todas las listas de pecados, la soberbia (en latín, superbia) es considerado el original y más
serio de los pecados capitales, y de hecho, es también la principal fuente de
la que derivan los otros. Es identificado como un deseo por ser más importante
o atractivo que los demás, fallando en halagar a los otros.
En El Paraíso Perdido de John Milton, dice que este pecado es cometido
por Lucifer al querer ser igual que Dios.
Genéricamente
se define como la sobrevaloración del Yo respecto de otros por superar, alcanzar o superponerse a un obstáculo,
situación o bien en alcanzar un estatus elevado y subvalorizar al contexto.
También se puede definir la soberbia como la creencia de que todo lo que uno
hace o dice es superior, y que se es capaz de superar todo lo que digan o hagan
los demás. También se puede tomar la soberbia como la confianza exclusiva en
las cosas vanas y vacías (vanidad) y en la opinión de uno mismo
exaltada a un nivel crítico y desmesurado (prepotencia).
Soberbia
(del latín superbia) y orgullo (del francés orgueil), son
propiamente sinónimos aun cuando coloquialmente se les atribuye connotaciones
particulares cuyos matices las diferencian. Otros sinónimos son: altivez,
arrogancia, vanidad, etc. Como antónimos tenemos: humildad, modestia,
sencillez, etc. El principal matiz que las distingue está en que el orgullo es
disimulable, e incluso apreciado, cuando surge de causas nobles o virtudes,
mientras que a la soberbia se la concreta con el deseo de ser preferido a
otros, basándose en la satisfacción de la propia vanidad, del Yo o ego. Por
ejemplo, una persona Soberbia jamás se "rebajaría" a pedir perdón, o
ayuda, etc.
Existen
muchos tipos de soberbia, como la vanagloria o cenodoxia, también
denominada en las traducciones de la Biblia como vanidad, que consiste
en el engreimiento de gloriarse de bienes materiales o espirituales que se
poseen o creen poseer, deseando ser visto, considerado, admirado, estimado,
honrado, alabado e incluso halagado por los demás hombres, cuando la
consideración y la gloria que se buscan son humanas exclusivamente. La cenodoxia
engendra además otros pecados, como la filargiria o amor al dinero (codicia) y
la filargía o amor al poder.
Ira
La ira (en
latín, ira) puede ser
descrita como un sentimiento no ordenado, ni controlado, de odio y enfado.
Estos sentimientos se pueden manifestar como una negación vehemente de la
verdad, tanto hacia los demás y hacia uno mismo, impaciencia con los
procedimientos de la ley y el deseo de venganza fuera del trabajo del sistema
judicial (llevando a hacer justicia por sus propias manos), fanatismo en
creencias políticas y religiosas, generalmente deseando hacer mal a otros. Una
definición moderna también incluiría odio e intolerancia hacia otros
por razones como raza o religión, llevando a la discriminación. Las transgresiones derivadas de la
ira están entre las más serias, incluyendo homicidio, asalto, discriminación y en casos extremos, genocidio.
La ira es el
único pecado que no necesariamente se relaciona con el egoísmo y el interés
personal (aunque uno puede tener ira por egoísmo). Dante describe a la ira como
«amor por la justicia pervertido a venganza y resentimiento».
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