LA ORACION(-I-II-III-IV)--SABER ORAR

La oración


I- Cara a cara con Dios



La verdadera alegría es estar allí, delante de Él y experimentar su presencia.



A menudo te preguntas lo que hay que hacer o decir en la oración, y pones por obra todos tus recursos personales, pero todo esto no expresa el fondo de ti mismo.
La oración es ante todo una experiencia de ser y de presencia.

Cuando encuentras un amigo, estás, ciertamente, interesado por lo que dice, piensa o hace, pero tu verdadera alegría es estar allí, delante de él y experimentar su presencia. Cuanto mayor sea la intimidad con él tanto más las palabras se harán inútiles, más aún molestas. Toda amistad que no ha conocido esta experiencia de silencio está inacabada y deja insatisfecho: "Felices dos amigos que saben amarse lo suficiente para callar juntos."

En el fondo, la amistad es el largo aprendizaje de dos seres que se familiarizan juntos. Quieren dejar el anonimato de la existencia para llegar a ser únicos el uno para el otro: "Si me domesticas, tendremos necesidad el uno del otro. Serás para mí único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo." De pronto descubres que el otro se ha convertido en alguien para ti¡ y que su presencia te satisface más allá de las palabras.

La parábola de la amistad nos puede ayudar a comprender un poco el misterio de la oración. Mientras no hayas sido seducido por el Rostro de Dios, la oración permanece todavía exterior a ti, se impone desde fuera, pero no ha llegado a ser ese cara a cara en el que Dios se ha convertido en Alguien para ti.


El camino de la oración se te abrirá el día en que experimentes de verdad la presencia de Dios.

En la oración, déjate seducir por esta presencia pues has sido "elegido para ser santo e inmaculado en la presencia de Dios en el amor" (Ef 1, 4). Que seas consciente o no, esta vida en la presencia de Dios es real, es del orden de la fe. Es una vida del uno para el otro, un cara a cara recíproco en el amor. Las palabras se hacen entonces más raras cada vez; para qué recordar a Dios lo que él ya sabe pues te ve en profundidad y te ama. La oración, es en consecuencia, vivir intensamente esta presencia y no el pensarla o imaginarla. Cuando lo estime conveniente, el Señor te la hará experimentar más allá de las palabras, y entonces todo lo que podrás decir o escribir te parecerá pobre o irrisorio.




II- Comience el día con oración

La oración marca el liderazgo espiritual

“Cada creyente que no hace de la oración un elemento poderoso de su propia vida y ministerio, es débil como elemento en la obra de Dios, y no tiene poder para proyectar la causa de Dios en este mundo.”


El hombre que ha hecho lo máximo para Dios en este mundo, ha estado temprano sobre sus rodillas. El que malgasta la mañana, su oportunidad y frescura en otras preocupaciones en vez de buscar a Dios, hará pobres avances cuando lo busque el resto del día.

Si Dios no está primero en nuestros pensamientos y esfuerzos en la mañana, estará en el último lugar en el resto del día.



Detrás de levantarse temprano y de la oración matinal, está el ardiente deseo que nos insta a buscar a Dios. La apatía en la mañana es el indicador de un corazón apático. El corazón que se retrasa en buscar a Dios en la mañana, ha perdido su gusto por Dios.

(Vivencia)

El corazón de David estaba ardiente por Dios. Su hambre y sed de Dios lo llevaban a buscarlo temprano, antes de que amaneciera. No perdía su avidez de buscar a Dios por quedarse acostado durmiendo. Cristo anhelaba tener comunión con Dios, por ello se levantaba mucho antes del amanecer para dirigirse a la montaña a orar. Los discípulos, cuando se despertaban, avergonzándose de su indulgencia, sabían dónde encontrarlo. Podemos revisar la lista de hombres que han impactado poderosamente el mundo para Dios, y los encontraremos temprano, buscándolo.

No es simplemente el hecho de levantarse temprano lo que pone al hombre en el frente y lo hace capitán general en las huestes de Dios, sino por el contrario, es el deseo ardiente el que mueve y quiebra todas las cadenas de auto indulgencia. Pero madrugar abre un canal de expresión e incrementa y da fortaleza al deseo.

Si ellos se hubieran quedado en cama siendo indulgentes con ellos mismos, el deseo se hubiese apagado. Fue el deseo el que los despertó y los puso en lo estrecho por Dios, y por haber prestado atención y actuado respondiendo al llamado, le dio a su fe el entendimiento acerca de Dios, y dio a sus corazones la más dulce y completa revelación de Él, y esta fuerza de fe y llenura de revelación los hizo santos por eminencia, y el halo de su santidad ha bajado a nosotros, y hemos entrado en el goce de sus conquistas.
Mas tomamos nuestra llenura en el gozo y no en el rendimiento.

Nosotros construimos sus tumbas y escribimos sus epitafios, pero somos cuidadosos de no seguir sus ejemplos.

Por consiguiente, ”Necesitamos una generación de predicadores que busquen a Dios y que lo hagan temprano, que le den a Dios la frescura y sus primeros esfuerzos, y que a cambio obtengan la frescura y llenura de su poder, y que Él pueda ser como el rocío para ellos, lleno de alegría y fuerza, a lo largo de todo el trabajo del día.”
Nuestra pereza en buscar a Dios es nuestro pecado. Los hijos de este mundo son más astutos que nosotros. Se empeñan en todo momento. Nosotros no seguimos a Dios con ardor y diligencia.

Ningún hombre llega a Dios si no lo busca con esfuerzo, y ningún alma lo sigue laboriosamente si no lo hace desde temprano en la mañana.

III- ORACION Y DEVOCIÒN

QUE ES LA ORACION?

1-La oración, es una llamada que se hace con la seguridad de ser escuchado por Dios. La oración es detenerse un instante en las ocupaciones diarias: el estudio, el trabajo, la labor pastoral, para dedicarle tiempo a la oración y comunicarse con su Creador. La oración significa estar en comunicación con Dios y tener la certeza que Él nos escucha. Más que definir la palabra ‘oración’, podemos decir, que es una actitud del hombre, es un estado de la propia vida.

2. LA ORACIÓN EN EL ANTIGUO TESTAMENTO.

La actitud de oración del hombre, la encontramos a lo largo de toda la existencia. Veamos algunas citas del Antiguo Testamento, donde encontramos el deseo del hombre de comunicarse con Dios por medio de la oración:

“Antes que me llamen, yo responderé. Aún estarán hablando y yo los escucharé”. En la oración tenemos la certeza no solamente de ser escuchados por Dios, sino que Él responde a nuestra invocación, colmándonos de paz y alegría en su espíritu.

Quien hace oración Dios lo convierte, lo quiere, lo ama, lo llama amigo: “Sabed que Yahvé mima a su amigo. Yahvé escucha cuando yo lo invoco”.

Entre los dones que Dios nos ha regalado, está la voz. La voz que sale de nosotros no es para decir incoherencias, palabras sin sentido, no son palabras dichas en un vacío. De nuestra boca, sale aquello que está en nuestro interior, la voz es para dirigirla a Dios “Yo clamo mi voz hacia Dios, él me escucha” No basta una simple invocación, debe ser una llamada que parte del interior de nuestra vida, de nuestro corazón, dice Yahvé al profeta Jeremías:

“Me buscarás y me encontrarás cuando me llames de todo corazón”.

Dios desde el cielo, está atento a nuestra actitud de oración. Siempre está atento a escuchar nuestra súplica, nuestro lamento, nuestro agradecimiento:

''Yahvé, escucha mi oración, presta oídos a mi súplica, por tu fidelidad respóndeme, por tu justicia: no entres en juicio con tu siervo, pues no es justo ante ti ningún viviente”.

Con estas citas, podemos darnos cuenta que en el Antiguo Testamento, encontramos a un hombre sensible, que ora ante Dios. Él sabe que Dios está cerca de todo aquel que lo invoca. Entre más humilde y sencilla es su oración, mayor atención recibirá de parte de Dios, porque Dios escucha especialmente el clamor del afligido, del oprimido, del que busca su liberación para encontrarse con su Creador.

3. LA ORACIÓN EN EL NUEVO TESTAMENTO.

Los evangelistas subrayan unánimemente la oración intensa y frecuente de Jesús durante toda su vida, especialmente en su vida pública.

La oración es el ritmo que va indicando la jornada. Y se hace más intensa en momentos particulares y significativos como el bautismo, la elección de los apóstoles, la transfiguración, antes de algún milagro, como la multiplicación de los panes y la resurrección de Lázaro.

Su actitud de oración se hace más intensa en las horas largas de su pasión en la última cena cuando pronunciaba su gran oración de glorificación e intercesión; en medio de la angustia del huerto de los olivos, cuando llama a Dios Abbá y se pone en sus manos; en el grito de abandono sobre la cruz y en la oración de confianza extrema con la que se pone en las manos del Padre, antes de expirar.

Jesús enseñó a los discípulos a orar con perseverancia y humildad, en lo oculto, donde el Padre escucha, empeñándose a cumplir la voluntad del Padre ; ha prometido su presencia entre quienes se reúnen en su nombre para orar, comprometiéndose a conceder cuanto pida con fe .

A los discípulos que le rogaron: “Señor, enséñanos a orar”, Jesús les enseñó la oración del Padrenuestro. En esta oración, Jesús invita a dirigirse a Dios, llamándolo Padre para cumplir, como Él, su voluntad. Estamos llamados a ser hombres de oración, sobre todo con el testimonio de nuestra vida. Si somos discípulos de Cristo, entonces lo debemos imitar en su oración; si la vida de Jesús era una oración, así también debe ser nuestra vida: una constante oración.

IV-Jesús y la oración

Y cuando oras, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas, y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres: de cierto os digo, que ya tienen su pago.

Mas tú, cuando oras, éntrate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora á tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. “ (MATEO 6)


(Lucas 11:1-13):

El relato bíblico presenta a Jesús en actitud de oración. De alguna manera era una forma de dar testimonio de su fidelidad y confianza con su Padre. Él estaba a solas poniendo en las manos de Dios todo aquello que creía de compartir con él. Esta actitud es una las características más resaltantes de Jesús den todo su ministerio terrenal. Orar a solas en todo momento y en lugar apartado, es el ejemplo clásico de oración.

De pronto, cuando Jesús termina su tiempo de oración, es abordado por uno de sus discípulos, quien le pide que le enseñe a orar. Es muy probable que este discípulo al ver a su maestro orar, fue motivado a hacer lo mismo. Quería orar a la manera de Jesús. Tenía un profundo deseo de orar a Dios, pero no sabía cómo hacerlo. Hoy en día este es el mismo clamor de mucha gente en el mundo, quieren orar fervientemente, pero no saben cómo hacerlo. Aún los creyentes, por más firmes en la fe que nos creamos, también necesitamos aprender a orar a la manera de Jesús.

En cuanto a la realidad sobre la oración, aún muchos creemos en la eficacia de la oración, pero pocos son los que la practicamos. Muchos oran, pero son pocos los que oran verdaderamente, se tomen su tiempo para orar, y menos busquen un lugar adecuado para conversar con Dios. La urgencia de la vida hace que muchos oren al paso, oren por cumplir. No es común orar al levantarse, al comer los alimentos, al acostarse. Por otro lado en algunos lugares, la oración es bulla, gritos, confusión y caos. Son las diversas maneras de entender la oración. ¿Cuál será el modelo que Jesús nos daría, hoy?.

Jesús al ver esta necesidad, enseñó a sus discípulos de una manera diferente, fuera de toda liturgia o costumbre conocida en su tiempo. El modelo que sigue es la oración conocida como el Padrenuestro. Es la manera de cómo nos debemos dirigirnos a Dios y qué debemos pedir. Este modelo empieza magnificando el nombre de Dios; no empieza con el hombre, ni con la necesidad humana, ni con el clamor desesperado del espíritu; sino que empieza con Dios. Esto nos enseña que hay dos maneras de comenzar una oración: partiendo desde nosotros mismos o partiendo desde Dios.

PEDAGOGIA DE LA ORACION

En la oración de Jesús hay una estructura que bien podría servirnos de ejemplo:

Empezar con Dios: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Al empezar la oración dirigiéndonos a Dios, reconocemos que Él es nuestro Padre y creador, que está en los cielos. Santo es su nombre. De Él es el reino y toda su realidad. Que se cumpla su santa voluntad en los cielos y en la tierra. Es decir, en la oración, nos dirigimos al Dios Todopoderoso.

Expresión de la necesidad: “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Este es el momento de pedir con confianza, manifestando nuestras necesidades: pan, trabajo, vivienda, paz, sanidad, prosperidad, liberación, protección divina, etc. Esta confianza debe ser producto de nuestra fe, sabiendo que el Señor no nos abandona. Él nos ha dicho: “Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá” (vv. 9-10). Más aún, Él actúa como un padre amoroso que nos ama por sobre todas las cosas: ¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (vv. 11-13).

El perdón: “Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Esta es una necesidad espiritual, necesitamos reconciliarnos con Dios y con nuestro prójimo; tenemos hambre y sed de la palabra de Dios y de su misericordia. Tenemos muchas deudas que pagar y otras por cobrar. Si como humanos somos capaces de perdonar las deudas contraídas, cuánto más Dios de perdonar nuestras faltas contra Él y contra nuestro prójimo.

Poder para vencer el mal: “Y no nos dejes caer en tentación, mas líbranos del mal” . Debemos siempre pedir protección divina a nuestro Padre Dios. Estamos expuestos a los ataques del maligno. Debemos estar protegidos con la armadura de Dios, para salir vencedores en la batalla (Efesios 6:10-18). Hoy las asechanzas del diablo son terribles y cada vez más sofisticadas. La tentación pulula en nuestro medio ambiente. Muchos son los que caen diariamente y no saben cómo levantarse. Sólo el poder de Dios podrá salvar nuestras vidas indefensas. Tengamos en cuenta la oración de Martín Lutero: "¡Oh Dios todopoderoso! ¡la carne es débil, el diablo es fuerte! ¡Ah, Dios, Dios mío! Te pido que estés junto a mí contra la razón y la sabiduría del mundo. Hazlo, pues solamente tú lo puedes hacer...”.

Aprendamos de Jesús, toda su vida fue una vida de oración y de consagración. Nos enseñó que la oración es la mejor manera de relacionarnos con nuestro Padre Dios, de una manera íntima y personal.

Oremos siempre en todo tiempo y lugar; suplicando en todo momento, en el Espíritu, la protección divina. Amén.


Saber orar

Cuentan que un humilde zapatero tenía la costumbre de hacer siempre sus oraciones en la mañana, al mediodía y en la tarde. Se servía de un libro de plegarias porque no se sentía capaz de dirigirse al Creador con sus pobres palabras. Un día, se sintió muy mal porque, estando de viaje, olvidó su libro. Nuestro buen zapatero le dijo entonces a Dios: "Perdóname, Dios mío, porque necesito orar y no sé cómo. Ahora bien, ya que Tú eres un Padre de amor voy a recitar varias veces el alfabeto desde la A hasta la Z, y Tú que eres sabio y bueno podrás juntar las letras y sabrás qué es lo que yo te quiero decir". Cuenta la historia que ese día Dios reunió a sus ángeles en el cielo y les dijo conmovido que esa era la más sincera y la más bella de las oraciones que le habían hecho en mucho tiempo.

Una oración con las cualidades de la plegaria que hace milagros, cierra heridas, ilumina, fortalece y acerca los corazones, es decir, una plegaria humilde, confiada, sincera y amorosa. ¡Cuánta necesidad tenemos de estas oraciones! Todos debemos aprender a orar con el corazón, a alabar, a bendecir, a perdonar, a agradecer. Y, claro, a tener bien presente que la oración se ve en la acción, en los buenos frutos y en un compromiso por la justicia y por la paz. En efecto, actuar sin orar es desgastarse y orar sin actuar es engañarse.

Por eso comparto con ustedes este comentario al Padre Nuestro, esperando deje valiosas inquietudes en su espíritu:

Di Padre. Si cada día te portas como hijo y tratas a los demás como hermanos.

-- Di Nuestro. Si no te aíslas con tu egoísmo.

-- Di que estás en los cielos. Cuando seas espiritual y no pienses sólo en lo material.

-- Di santificado sea tu nombre. Si amas a Dios con todo el corazón, con toda el alma y con todas tus fuerzas.

-- Di venga a nosotros tu reino. Si de verdad Dios es tu rey y trabajas para que Él reine en todas partes.

-- Di hágase tu voluntad. Si la aceptas y no quieres que sólo se haga la tuya.

-- Di danos hoy nuestro pan. Si sabes compartir con los pobres y con los que sufren.

-- Di perdona nuestras ofensas. Si quieres cambiar y perdonar de corazón.

-- Di no nos dejes caer en tentación. Si de verdad estás decidido a alejarte del mal.

-- Di líbranos del mal. Si tu compromiso es por el bien.

-- Y di amén. Si tomas en serio las palabras de esta oración.



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