225.-Dios no se olvida de sus hijos... ¡incluso cuando éstos le olvidan!



 “¡Ay de la ciudad rebelde y contaminada,
de la ciudad potente y opresora!
No ha escuchado la voz, ni ha aceptado la corrección.
 No ha confiado en el Señor, ni se ha vuelto hacia su Dios.
 Pero hacia el fin daré otra vez a los pueblos labios puros,
 para que todos invoquen el nombre del Señor
y lo sirvan todos bajo el mismo yugo.
……
Aquel día no sentirás ya vergüenza de haberme sido infiel,
 porque entonces yo quitaré de en medio de ti
a los orgullosos y engreídos, y tú no volverás a ensoberbecerte.
No cometerán maldades ni dirán mentiras;
no se hallarán en su boca una lengua embustera.
Permanecerán tranquilos
 y descansarán sin que nadie los moleste”.
( Sof.3, 1-2. 9-13-adaptado-)

REFLEXION:

Parece ser la realidad de nuestro mundo entero. Tomemos en cuenta que se conoce que el profeta Sofonías escribe un siglo después de Isaías, aproximadamente en el 640.
También él anuncia que las desgracias que sobrevendrán a Jerusalén, la purificarán. Y que será el comienzo de una era nueva, que verá la conversión y la afluencia de paganos en el pueblo de Dios: visión mesiánica y universalista.
-¡Ay de Jerusalén!, la ciudad rebelde, impura, opresora. No ha escuchado la voz, no ha aceptado la corrección, no ha puesto su confianza en el Señor...
La historia del pueblo escogido es una larga serie de infidelidades: idolatrías, injusticias sociales, hipocresía religiosa. Es tarea de los profetas denunciar ese mal.
Sin embargo, Dios continúa trabajando en medio de todo eso. ¡Ambigüedad profunda de toda obra humana! Mezcla de bien y de mal, en el interior mismo del pueblo de Dios.
HOY también, en la Iglesia.
-“Pero yo transformaré los pueblos y purificaré sus labios, para que invoquen todos el nombre del Señor....
Dios dará a los paganos unos "labios puros" dignos de alabar a Dios.
Vendrán hasta Jerusalén para «aportar sus ofrendas».  Algunos han considerado que el episodio de los magos, venidos de países lejanos es una repetición de esa profecía.
Es bastante emocionante oír que el mismo Dios llama a los «paganos» sus «hijos dispersos». Esa fórmula ha sido insertada en las nuevas plegarias eucarísticas.
Dios no se olvida de sus hijos... ¡incluso cuando éstos le olvidan!
”Aquel día no tendrás ya que avergonzarte de todas tus rebeldías contra mí, porque entonces extirparé de tu seno a todos los orgullosos con su insolencia, y tú no volverás a engreírte en mi monte santo.”
Esa afluencia de paganos que se dirigen a Jerusalén para adorar a Dios, contribuye a la purificación del pueblo escogido: los arrogantes, los que creían que el monte del templo era un privilegio exclusivo, quedan abatidos.
 Sí, que hay que librarse de todo exclusivismo y de todo orgullo, ¡sobre todo del orgullo que rechaza a los demás!
-“En medio de ti, sólo dejaré subsistir un pueblo pequeño y pobre, que se refugiará en el monte del Señor.”
En el pueblo renovado, solamente subsisten los humildes y los pobres.
Es como un anuncio de lo que sucedió en Belén. Después de anunciar la venida de los paganos -los magos- se anuncia la llegada de los humildes -los pastores-.
-Ese «resto» de Israel no cometerá más injusticias...
Renunciará a la mentira... Se apacentarán y reposarán sin que nadie los turbe. La «pobreza espiritual», la que Jesús ha beatificado, ya está aquí.
 Líbranos, Señor, de todo orgullo, de toda suficiencia, de toda condena, de toda dureza. Haznos pequeños y pobres ante Ti.
Consérvanos humildes ante tu paz.





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