138.-REFLEXION:"EL AMOR DE DIOS ES MAS FUERTE QUE EL MAL Y LA MUERTE"



(Adaptado de  Mensaje Urbi et  Orbi del Papa Francisco para la pascua 2013)

Queridos hermanos y hermanas de Roma y de todo el
mundo: ¡Feliz Pascua! ¡Feliz Pascua!

Es una gran alegría para mí poderos dar este anuncio:
¡Cristo ha resucitado! Quisiera que llegara a todas las
casas, a todas las familias, especialmente allí donde hay
más sufrimiento, en los hospitales, en las cárceles...

Quisiera que llegara sobre todo al corazón de cada uno,
porque es allí donde Dios quiere sembrar esta Buena
Nueva: Jesús ha resucitado, hay esperanza para ti, ya no
estás bajo el dominio del pecado, del mal. Ha vencido
el amor, ha triunfado la misericordia. La misericordia
de Dios siempre vence.

También nosotros, como las mujeres discípulas de
Jesús que fueron al sepulcro y lo encontraron vacío,
podemos preguntarnos qué sentido tiene este evento.

¿Qué significa que Jesús ha resucitado? Significa
que el amor de Dios es más fuerte que el mal y la
muerte misma, significa que el amor de Dios puede
transformar nuestras vidas y hacer florecer esas zonas
de desierto que hay en nuestro corazón. Y esto lo puede
hacer el amor de Dios.

Este mismo amor por el que el Hijo de Dios se ha
hecho hombre, y ha ido hasta el fondo por la senda
de la humildad y de la entrega de sí, hasta descender
a los infiernos, al abismo de la separación de Dios,
este mismo amor misericordioso ha inundado de luz
el cuerpo muerto de Jesús, y lo ha transfigurado, lo ha
hecho pasar a la vida eterna. Jesús no ha vuelto a su
vida anterior, a la vida terrenal, sino que ha entrado en
la vida gloriosa de Dios y ha entrado en ella con nuestra
humanidad, nos ha abierto a un futuro de esperanza.
He aquí lo que es la Pascua: el éxodo, el paso del
hombre de la esclavitud del pecado, del mal, a la
libertad del amor y la bondad. Porque Dios es vida,
sólo vida, y su gloria somos nosotros: es el hombre
vivo.

Queridos hermanos y hermanas, Cristo murió y resucitó
una vez para siempre y por todos, pero el poder de la
resurrección, este paso de la esclavitud del mal a la
libertad del bien, debe ponerse en práctica en todos los
tiempos, en los momentos concretos de nuestra vida, en
nuestra vida cotidiana. Cuántos desiertos debe atravesar
el ser humano también hoy. Sobre todo el desierto que
está dentro de él, cuando falta el amor de Dios y del
prójimo, cuando no se es consciente de ser custodio de
todo lo que el Creador nos ha dado y nos da. Pero la
misericordia de Dios puede hacer florecer hasta la tierra
más árida, puede hacer revivir incluso a los huesos
secos.

He aquí, pues, la invitación que hago a todos: Acojamos
la gracia de la Resurrección de Cristo. Dejémonos
renovar por la misericordia de Dios, dejémonos amar
por Jesús, dejemos que la fuerza de su amor transforme
también nuestras vidas; y hagámonos instrumentos de
esta misericordia, cauces a través de los cuales Dios
pueda regar la tierra, custodiar toda la creación y hacer
florecer la justicia y la paz.

Así, pues, pidamos a Jesús resucitado, que transforma
la muerte en vida, que cambie el odio en amor, la
venganza en perdón, la guerra en paz. Sí, Cristo es
nuestra paz, e imploremos por mediode él la PAZ PARA EL MUNDO ENTERO”

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