NAVIDAD Y CONSUMISMO...Colab.Dr. Jorge Martínez Menéndez


Dr. Jorge Martínez Menéndez

En el mes de diciembre, los cristianos en todo el mundo celebramos el nacimiento de Jesús, celebración que ha tomado un giro consumista, contrarrestando su significado espiritual. Consumo y consumismo no son lo mismo. Se entiende por CONSUMO la acción y efecto de consumir productos alimenticios u otros bienes para satisfacer necesidades o deseos. Mientras que CONSUMISMO es un afán por comprar bienes, aún sin ser necesarios.

En el tiempo pasado, no hacían falta muchas cosas para ser felices. Bastaba con cubrir nuestras necesidades básicas. Pero las cosas han cambiado, la sociedad es gobernada por el mercado. Los países industrializados producen sin parar y deben garantizarse los consumidores, utilizando para ello técnicas de mercadeo y publicitarias. El incremento de la oferta generó una transformación de nuestros hábitos de consumo. Y así nació el consumismo.

Consumir está bien, pero sin convertirnos en consumistas. Y aquellos individuos que no encuentran la felicidad tratan de comprarla y eso ofrece el consumismo. Hoy en diciembre, por ejemplo, se repite en los medios: “regalar en navidad, es regalar felicidad”.

Consumir, tener tal o cual cosa, no solo habla de nuestros gustos, sino deja en claro que tenemos el dinero suficiente, y el dinero es poder, es status. Pero el dinero sin bienes que lo acrediten es algo intangible. La demostración de status pasa entonces por tener cosas que evidencien cuánto dinero tenemos o aparentemos tener.


Una de las causas primarias del consumismo es la baja autoestima. Según estudio de la Universidad de Chicago, el consumismo y el materialismo son causantes de baja autoestima. Veámoslo así: Tú tienes baja autoestima, te compras el último y más caro aparato del mercado, y te sientes bien contigo mismo. Pero descubres que mides tu valor en relación a lo que tienes, y no por lo que eres. Eso te genera más baja autoestima y compras otra cosa. El mismo estudio asegura que si la autoestima se incrementa por la superación personal, el consumismo decrece. Es decir, valgo por lo que soy, no por lo que tengo, y como cristiano soy hijo del Rey de reyes.


Otra causa primaria del consumismo son nuestros instintos primitivos. El mismo instinto que logró la supervivencia humana de periodos glaciares, pestes y hambrunas, desastres y guerras, es el que nos obliga a consumir para sobrevivir. En nuestros cerebros tenemos la noción instintiva de que más, es mejor.

El problema ahora es que en estos tiempos nuestras necesidades básicas están saciadas; aún así, el instinto primitivo sigue activo. La sociedad evolucionó más que nuestro instinto. Siempre queremos más, porque estamos programados para querer más.


Estudios de la Universidad de Emory descubrieron que la emoción de comprar estimula nuestro cerebro con dopamina. Solo la emoción de comprar lanza ese estímulo, no la compra. Pero al sentirnos bien ante esta sensación, la mayoría de los individuos y especialmente los que tienen baja autoestima, se lanzan a la compra. La sensación de satisfacción desaparece en cuestión de minutos después de la compra. Así como hay algunos adictos al peligro por la adrenalina, hay otros adictos a las compras por la dopamina.

Siguiendo con nuestros instintos primitivos, investigadores de la Universidad de Bonn, descubrieron que los humanos no simplemente desean tener más, sino tener más que los demás. La competencia, totalmente necesaria para la evolución de la especie, hoy nos está jugando una mala pasada. Por un lado, deseamos más, porque así estamos programados. Pero por el otro, nuestro cerebro está acostumbrado a que nos falten cosas. Exige ante la escasez, pero se confunde ante la sobreabundancia.

¿Cómo combatir las ansías consumistas y la insistente y provocadora publicidad? La respuesta es simple: sé un consumidor, no un consumista. Seguir como una oveja las modas no te hace mejor individuo. Y aquellos que se creen mejores por tener el carro del año, son seres que no han podido reponerse al instinto humano primitivo, o tienen la autoestima baja.


La riqueza espiritual de los cristianos se ve amenazada por el consumismo. La navidad que representa el nacimiento de la esperanza, el nacimiento de nuestro Salvador Jesucristo, se ha convertido en un gran bazar. Los mercaderes de hoy te garantizan que al comprar serás feliz. Pero la experiencia enseña que una vez adquirido el bien deseado, pronto surge la insatisfacción, y un nuevo objeto de deseo.


Lucas 12:15 dice: “…la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”. La vida a que se refiere es la vida abundante, fruto del Espíritu Santo que mora en nosotros. Es un tipo de riqueza que no se consigue con dinero o con tarjetas de crédito. Es la riqueza de los hijos de Dios.


Aclaro, los bienes materiales son necesarios, porque habitamos un cuerpo físico.
Por otra parte, tener deseos no es algo malo. Forma parte de nuestra naturaleza humana. El deseo es una poderosa fuerza que mueve nuestras vidas. Los deseos de superación, de ser felices, de ayudar al necesitado, son buenos deseos. Dios mismo desea que seamos prósperos y que tengamos buena salud.

¿Debemos afanarnos por el mañana? La respuesta está en Mateo 6:31-33: "Por tanto no os preocupéis, diciendo ¿qué comeremos? O ¿qué beberemos? O ¿con qué nos vestiremos? Porque las gentes buscan ansiosamente todas estas cosas; que vuestro Padre Celestial sabe que necesitáis. Pero buscad primeramente Su reino y Su justicia y todas estas cosas os serán añadidas". El consumismo es contrario al reino de Dios y roba nuestra paz, nuestra claridad y nuestro dominio propio. ¡Qué diferente es esto al contentamiento que Dios nos da! Una ley del reino es: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto” (1ª Timoteo 6:8).


El consumismo, con su ambición descontrolada de tener más, anula las virtudes cristianas de generosidad, solidaridad fraterna y austeridad, convirtiéndonos en codiciosos, individualistas y egoístas. El consumismo es contrario a las enseñanzas de Jesús.

"Uno de entre la gente pidió a Jesús: «Maestro, dile a mi hermano que me dé mi parte de la herencia.» Jesús le contestó: «Amigo, ¿quién me ha nombrado juez o repartidor entre ustedes?» Después dijo Jesús a la gente: «Eviten con gran cuidado toda clase de codicia, porque aunque uno lo tenga todo, no son sus posesiones las que le dan vida.»

A continuación les propuso este ejemplo: «Había un hombre rico, al que sus campos le habían producido mucho. Pensaba: ¿Qué voy a hacer? No tengo dónde guardar mis cosechas. Y dijo: Haré lo siguiente: derribare mis graneros y construiré otros más grandes; allí amontonaré todo mi trigo, todas mis reservas. Entonces diré: Alma mía, tienes aquí muchas cosas guardadas para muchos años; descansa, come, bebe, pásalo bien.» Pero Dios le dijo: "¡Pobre loco! Esta misma noche te reclaman tu alma. ¿Quién se quedará con lo que has preparado?" Esto vale para toda persona que amontona para sí misma, en vez de acumular para Dios» (Lc 12, 13-21).

Cuidado con las festividades de fin de año y las compras consumistas, si no tienes cuidado, el nuevo año no será prospero, se prudente."El prudente ve el peligro y lo evita; el imprudente sigue adelante y sufre el daño" Proverbios 22:3.



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